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Un post de nuestro colaborador y experto en política medio ambiental Fernando Najera García-Segovia. Lo reproducimos a continuación al hilo de nuestro último post sobre la importancia de los jardines para mitigar el cambio climático.

Cada una de las personas que habitan nuestro planeta consume anualmente el oxígeno que producen aproximadamente 10 árboles. Esto implica, sin lugar a dudas, que las sociedades en cuyos países no hay árboles están en deuda con las que sí los tienen. Por ejemplo, América latina o el África tropical proporcionan ingentes cantidades de oxígeno a los países productores de petróleo del Golfo Pérsico, que se enriquecen con la venta de un recurso que además deteriora el entorno y todo ello sin pagar nada a aquellos que les proporcionan con qué respirar.

Si descendemos a nivel nacional, o incluso regional, nos encontramos con el mismo caso. Los habitantes de las ciudades consumen el Oxígeno que producen las zonas forestales sin dar nada a cambio. El sector forestal permite que las ciudades se desarrollen y crezcan ante la indiferencia, cuando no desprecio de los responsables públicos.

Este ejemplo debería bastar para convencer a aquellos que nos administran y que se diesen cuenta de la importancia de los bosques y en consecuencia actuasen valorando y compensando a sus titulares por el servicio que prestan a la sociedad. Pero con ser importante este aspecto no podemos olvidar otros muchos que, sin ánimo de ser exhaustivos, pasamos a enumerar a continuación:

  • Los árboles constituyen uno de los principales sumideros de CO2, precisamente el gas de efecto invernadero que produce el medio urbano y la industria, contribuyendo a frenar el efecto invernadero y el cambio climático.
  • Los entornos forestales son fundamentales en la gestión del ciclo integral del agua, contribuyendo no sólo a la cantidad y calidad de este elemento, sino que también a la defensa de las infraestructuras y muy especialmente a las hídricas propiamente dichas, evitando la colmatación de los embalses como consecuencia de la erosión, por ejemplo.
  • Los bosques producen paisajes de altísima calidad, base de gran parte de la actividad turística y del esparcimiento de los habitantes de las ciudades y de todos aquellos que nos visitan.
  • El monte es uno de los principales factores reguladores del clima y contribuye al mantenimiento de la biodiversidad.
  • En una sociedad eminentemente urbana la silvicultura genera empleo y fija población en el medio rural, contribuyendo al requilibrio territorial y al mantenimiento de culturas y tradiciones seculares.
  • Todo esto, sin contar con que el bosque es, además, fuente intrínseca de riqueza, tanto procedente de la madera, como de otros muchos productos, como castañas, piñas, setas, trufa, caza, resina, corcho, etc.

Por estas y por otras muchas más razones, el monte debería ser objeto de un tratamiento muy especial por parte de las Administraciones Públicas que reconociese explícitamente los servicios que presta a la sociedad y en consecuencia los valorase y retribuyese. Del mismo modo que el contamina paga o incluso repara, el que crea valor debería ser recompensado. Esto significa que no debe bastar con tratamientos fiscales favorables, que también, sino que además se tendría que pagar por el O2 generado, el CO2 secuestrado o el agua captada.

Sin embargo, hoy en día se da la paradoja de que no sólo no se recibe apenas nada a cambio de los beneficios producidos, si no que se discute, incluso, su titularidad. Todo el mundo se cree con el derecho de penetrar en los espacios forestales y extraer sus recursos gratuitamente, sin embargo y sólo por poner un ejemplo, a nadie se le ocurriría entrar en una huerta y hacerse con las lechugas o los tomates que se están cultivando, sin tener, al menos, el sentimiento de no estar obrando bien.

¿Por qué se penaliza a aquellos que tienen el coraje de invertir en naturaleza?  De seguir las cosas así, nadie invertirá en el medio forestal, los bosques se abandonarán y el poco capital que queda en ellos se irá a la bolsa o al ladrillo. ¿Es eso lo que queremos? O mejor dicho ¿Es eso lo que necesitamos?

Fernando Nájera García-Segovia

Vía: EOI Blogs