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Es curioso, pero últimamente nos llegan peticiones de jardines como poco, curiosos. Y es igualmente curioso que uno de los primeros grandes proyectos que abordamos como estudio fuera una de estas propuestas diferentes. Es innegable que hoy en día buscamos diferenciarnos de los demás con cosas que antes ni soñábamos. Las redes sociales, los viajes, internet y en general la globalización nos han permitido tomar conciencia de un mundo mucho más amplio y diverso.

Por ello no debería sorprendernos que hoy en día no haga falta ir a un jardín botánico o a una gran institución para admirar elaborados o exóticos jardines propios de otras culturas o latitudes. Los propietarios y administradores de casas, negocios o empresas ya demandan unos exteriores que estén a la altura de los cada vez más sofisticados espacios interiores. Y no podemos más que alegrarnos.

En este post queremos hablaros de dos proyectos muy próximos entre sí pero que se inspiran en geografías en las antípodas uno de otro. Se trata de un jardín canario y otro japonés. Dos interpretaciones del paisaje que son antagónicas y que no se distinguen solo en lo formal, sino que implican un paradigma filosófico muy diferente, si bien, con curiosos paralelismos. En esta casa nos tomamos muy en serio la ideación y justificación teórica del jardín… esperamos no aburriros.

Un jardín canario

Los propietarios de este jardín tienen orígenes canarios y esta y probablemente ninguna otra razón sea la más convincente a la hora de justificar la elección de un jardín semitropical en la dura meseta. La conexión sentimental que puede lograr un jardín con la niñez, con momentos felices, con la luz de un determinado momento de la vida, es innegable. Por ello este jardín debía ser una referencia viva y vibrante a esa luz canaria, a esos colores, a ese paisaje despejado pero hipnótico. Éramos conscientes que el clima no acompañaba, el invierno sería duro y no teníamos volcanes como telón de fondo. Aún así, la elección de áridos cuidadosamente seleccionados (lava negra real y lava roja), especies de plantas de aspecto tropical y desértico, en espejismo a los grandes contrastes de las islas, y el manejo de los volúmenes logran a nuestros humildes ojos traer un pequeño retazo de Teide, Timanfaya o Garajonay a Madrid.

La elección de plantas es una nueva interpretación paisajista de los contrastes de la lava con la vegetación, puesto que nos resulta imposible emplear exactamente las mismas especies en la península por razones climáticas. Además jugamos con las texturas de las fachadas del edificio de pizarra negra y losa blanca en un innegable guiño a las obras del gran Manrique.

Escenas de paisajes canarios que nos dan idea de lo que queríamos transmitir en este proyecto.

En la siguiente entrega continuaremos con esta serie de Jardines Especiales. ¡Os esperamos!